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¿Cómo se Llaman?

Esta semana , mientras permanecía en el tráfico de San Salvador con mis hijos, notamos a una mujer al otro lado de la calle. La conocemos como cliente del Centro de Recursos El Faro. No la había visto en un rato y mencioné su nombre. Mi hijo de 13 años intervino para corregirme. Mi corazón asentó en convicción.

-Dices que te preocupas por los pobresentonces, dime, ¿cómo se llaman?

Estas palabras del teólogo latinoamericano Padre Gustavo Gutiérrez, me vinieron a la mente instantáneamente y me cortaron hasta el alma. Es curioso como el Espíritu de Dios puede usar solamente unas palabras para impactar algo dentro de nosotros, y que fácil para nosotros desenfocarnos y alejarnos de las personas, proyectos y programas.

En unas semanas, nuestra familia cumpliría 11 años de vivir y servir acá en El Salvador. Son 11 años de programas y proyectos. Algunas cosas funcionaron y otras no. Pero también son 11 años de conocer personas y hemos descubierto que las relaciones con las personas se mantienen.

Las relaciones son simples, pero a la vez complejas, que marcan toda la diferencia en el mundo. Nuestra relación con Dios, y nuestra relación con otras personas…eso es todo. Nuestro mundo esta muriendo por falta de relaciones. Quizás este año ha destacado la facilidad con la que podemos desconectarnos, reducir nuestras interacciones a simples tareas e informes y trasladar nuestras prioridades a trabajos a ser marcados como “hechos” en nuestro listado.

Pero, ¿y si nos rehusamos a dejar de profundizar? ¿Y si nos comprometiéramos a aprender todos los nombres? ¿No solo los nombres de todos los que son físicamente pobres, sino también de todos los que son espiritualmente y emocionalmente pobres en nuestras vidas?

Nuestro mundo está clamando por conexión. Nos estamos ahogando en división política, en el miedo, la violencia, la ansiedad, y todo lo que nos mantiene alejados unos de otros. ¿Y si tomamos la audaz decisión de conectarnos de todos modos? ¿Amar de todos modos? ¿Para servir y cuidar de todos modos?

Quizás nuestro mundo comenzaría a cambiar, y quizás un pedacito de cielo vendría a la tierra. Te desafío y me desafío también a aprender cada nombre, a ver cada dolor, y a asumir la carga de amar a cada prójimo, incluso a aquellos cuyos nombres preferiríamos olvidar. Realmente es la única forma. No podemos afirmar que seguimos a Jesús si rechazamos esta tarea. 

Entonces, ¿quienes son los pobres en tu mundo hoy…dime, cómo se llaman?

 

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