Como organización, nuestra concentración está ante todo en el desarrollo, utilizando un modelo basado en la fe, con un enfoque en las relaciones personales, el discipulado, y el compromiso a largo plazo con nuestra comunidad. En enero, estábamos entusiasmados con otro año de trabajo para ayudar a nuestros cliente a seguir desarrollándose y creciendo.

Pero luego el mundo entero empezó a sangrar.

En El Salvador, hicimos un giro para detener el flujo. Cuando El Salvador entró en la ley de Emergencia, nuestro primer paso fue abrir un albergue temporal, y así proporcionar un espacio para que la comunidad sin hogar pudiera “quedarse en casa”. Simultáneamente giramos para mover el Programa Residencial Nuevo Amanecer a un modelo virtual y suspendimos todos nuestros programas regulares.

Llegó la orden de cerrar los albergues de emergencia, volvimos a girar para proporcionar vivienda asistida y reunificación familiar para quienes lo necesitaban. Algunos de nuestros clientes querían continuar en su camino hacia la recuperación de la adicción, por lo que cambiamos a rehabilitaciones residenciales o dimos continuidad al tratamiento de seguimiento con nuestro personal.

Cuando se cerró el albergue, llegaron las tormentas. La primera semana de junio, un golpe directo de la tormenta tropical Amanda y un golpe indirecto de la tormenta tropical Cristóbal trajeron devastación a El Salvador, causando daños y desplazamientos en las áreas costeras y en San Salvador. Cuando las personas fueron expulsadas de sus hogares, el virus se propagó y en julio el sistema de salud había colapsado. La economía se mantuvo completamente cerrada. Banderas blancas ondearon cuando la gente se quedó sin alimentos, medicinas, y suministros.

Continuamos girando y girando nuevamente para detener el sangrado a nuestro alrededor…para proporcionar medicamentos, comprar alimentos, recolectar suministros de construcción para reparar casas inundadas o con goteras. También nos convertimos en un punto de entrega de donaciones que iban no solo a nuestros clientes sino a otras personas en nuestra comunidad que se encontraban en una necesidad desesperada. La crisis de múltiples capas en El Salvador atrajo a muchas personas a nuestra puerta. Gente que era fuerte y amable, pero que necesitaba apoyo para aguantar las tormentas que venían por todos lados.

La verdad es que no somos héroes. Los verdaderos héroes aquí son los salvadoreños que son personas fuertes, resilientes, y creativas que no están ajenas al sufrimiento. La esperanza no se ha perdido y todos siguen poniendo un pie delante del otro. Ha sido un gran honor para nosotros ofrecer apoyo emocional, físico, y espiritual en estos días difíciles. Hemos mantenido el contacto lo mejor que hemos podido, a través de llamadas, mensajes de textos, y oraciones. También hemos hecho todo lo posible para brindar atención física. Nuestro impacto de ayuda de emergencia durante los últimos meses ha incluido:

-619 bolsas de víveres
-575 familias únicas asistidas
-72 clientes alojados en nuestro albergue temporal de COVID-19
-36 clientes asistidos con vivienda
-82 clientes con asistencia médica

Nuestra respuesta ha permitido compartir el amor de Cristo de manera real y tangible. Nos ha permitido llevar esperanza a situaciones oscuras. Debido que estábamos en posición de girar del desarrollo hacia la ayuda de emergencia, hemos visto que ninguna de las sobrevivientes de la trata de personas a quienes servimos ha regresado a las calles y ninguno de los niños de Nuevo Amanecer ha recaído. Estos días han sido difíciles, pero gratificantes. Dios todavía esta trabajando y se preocupa profundamente por El Salvador.

A medida que volvemos a girar nuevamente hacia el desarrollo, queremos que nuestros clientes también lo hagan. Queremos que se vuelvan a enfocar, que piensen de nuevo en el futuro y que empiecen a soñar. Esperamos que, a través de nuestra campaña, “Manteniendo Vivos los Sueños”se unan a nosotros para reconstruir, mirar hacia delante y soñar una vez más.