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10 Años Después…


En noviembre pasado, hace 10 años, nosotros (la familia Snyder) nos bajamos de un avión y nos embarcamos en nuestra nueva vida en El Salvador.  Diez años después estamos acá. La vida no es como pensamos que sería…pero, ¿raras veces pasa así aún sin importar donde estemos, verdad?

Yo creo que todos los que eligen vivir sus vidas con una misión y llamada, lo hacen creyendo que ciertamente van a cambiar el mundo, que van a tener algún impacto que resonará de manera profunda. La verdad es que no funciona así. Al contrario, si elegimos vivir nuestras vidas con misión , el mundo en el que entramos es lo que nos cambia.

Cambia nuestras perspectivas y sueños. Nuestras metas cambian y talvez incluso la forma en que pensamos, vestimos y sentimos. Nos volvemos versiones alteradas de nuestros antiguos seres. Ganamos un nuevo idioma que nos da diferentes maneras de describir el mundo que no sabíamos que existía. También, podemos sumergirnos en dudas que nunca pensamos que pasaríamos. Podemos hacer preguntas que nunca nos hubiéramos atrevido hacer…a Dios, a la iglesia, a nuestros seres queridos, y más que todo, a nosotros mismos.

Una década después, me encuentro viviendo en medio de esas preguntas y diariamente enfrentando esas dudas. Pero los cambios que se han producido en mi vida lo hacen tolerable. La antigua versión de mi misma, la que bajó del avión hace diez años, posiblemente no podría haberlo hecho. Algunos días no estoy convencida de que mi versión actual pueda hacerlo, pero, aquí estoy todavía.

De alguna manera he sobrevivido, incluso prosperado. Me he vuelto cómoda conmigo misma en esta misión, cómoda viviendo en medio de las preguntas, y aún más cómoda con Dios. Ves, vivir tu vida en el campo misionero (sin importar donde pueda ser…en tu casa or lejos) requiere que bajes. Entonces, he bajado hasta el lugar donde viven aquellos que han sido olvidados, y allí encuentro lo quebrado y bajo de mi propia alma.  

Pero, ¿sabes que más encuentras cuando bajas? Encuentras a Jesús, en los lugares quebrados y perdidos del mundo, los márgenes olvidados, en medio de las dudas y de los miedos…ahí es donde le encuentras.

En estos últimos diez años, he aprendido, que, para encontrar verdaderamente mi alma, debo perderla. No soy una heroína, y no soy nadie especial ni espiritual. En todo caso, simplemente estoy más quebrada. Pero allí, en el lugar bajo y quebrado, puedo conocer a Jesús de una manera íntima. Diez años después, me está mostrando más acerca de quién es Él, ensenándome a quien Él ama e instándome a seguir bajando hasta que me eleve.

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