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Ondeando la Bandera Blanca

Una mujer en San Salvador cuelga una bandera blanca en su puerta.
Foto: REUTERS/Jose Cabezas

Todos podemos estaren la misma tormenta, pero ciertamente no estamos en el mismo barco. No estoy segura adónde escuché este pensamiento en los últimos meses, pero esto suena tan cierto acá en El Salvador. El desafío único de la crisis de COVID-19 es que esta es una crisis diferente a todo lo que nosotros esperábamos enfrentar acá en El Salvador. Me imagino que otras personas trabajando interculturalmente, están en el mismo sentir. Probablemente estamos tentativamente preparados para una tormenta tropical intensa, un terremoto, disturbios civiles, aumento de la violencia u otros escenarios posibles. Pero, experimentar algo tan devastador mientras el resto del mundo también se encuentra sumido en el caos parece inmensurable.

Muchos están luchando, incluidos nuestros files voluntarios a quienes hemos ayudado en este momento difícil.

Sin embargo, aquí nos encontramos viviendo estos insólitos días. La pandemia de COVID-19 ha agitado al mundo y muchos han sufrido tanto. En el mundo en desarrollo, el embate es casi indescriptible. El virus no solo amenaza la salud de los salvadoreños, sino que el hambre consume los estómagos, y cualquier escaso ahorro que se encontraba en el banco, o planes futuros han desaparecido a medida que la economía se derrumba.

El Salvador ha estado bajo de una de las cuarentenas más estrictas del mundo durante más de diez semanas, y aunque la tasa de mortalidad sigue siendo baja y el virus aún no ha alcanzado su punto máximo, los que viven en pobreza se han vuelto cada vez más vulnerables. Especialmente la población urbana más pobre, se enfrenta a una crisis que nunca imaginaron. Verás, cuando la comida diaria depende de un trabajo informal en el Mercado, no se come si el Mercado está cerrado. Es posible que reciban ayuda, tal vez parte del subsidio del gobierno, pero no es suficiente para alimentar a sus hijos, a sus padres mayores, y mucho menos a ellos mismos.

Uno de nuestros clientes con suministros de emergencia cuando se muda del albergue.

Muchos salvadoreños, en ciudades alrededor del país, han buscado en su casa una sábana blanca, una camisa o un trozo disponible de papel y han colgado banderas blancas afuera de sus casas. Estas banderas blancas significan que los suministros se han acabado. El dinero se ha terminado. No tienen medicina y tampoco comida. En los garabatos de los austeros estandartes blancos hay mensajes como “tenemos hambre,”“mis hijos necesitan comida”o “necesitamos comida y medicinas.” El virus les atrapará o lo hará el hambre, o tal vez la violencia, o el aplastamiento de una pobreza más profunda que viene en camino. No parece que haya una salida fácil para el pueblo de El Salvador.

Seguramente la situación es compleja, y nuestras oraciones han estado y seguirán estando con el gobierno de El Salvador. No envidiamos su posición, no creemos que tengamos mejores respuestas, no sabemos la salida de esto. Todo lo que sabemos es que el país que tan desesperadamente cuidamos sufre. Nuestros corazones se adolecen por aquellos que padecen.

Alexia, una de nuestras coordinadoras de casos, entrega bolsas de comida de emergencia a una de nuestras clientes.

Estamos haciendo lo que podemos para aliviar el sufrimiento, alimentando al hambriento, acompañando a los que se sienten desesperados. En la transición de nuestros clientes que salieron de nuestro refugio, continuamos apoyándolos. También estamos ayudando a nuestros otros clientes con ayuda de emergencia, animando a los niños de Nuevo Amanecer, trabajando con Free The Girls, asegurándonos que las mujeres en el proyecto y sus hijos se mantengan alimentados hasta que los mercados vuelvan a abrir.

Lo que mantiene tan abrumado a todo del mundo, ciertamente a El Salvador también, es que no sabemos cuánto tiempo durara esto. No sabemos cuándo mejorarán nuevamente las cosas. No sabemos cuándo podría recuperarse la economía, o la gente podría comenzar a planificar el futuro otra vez. Pero si sabemos que los salvadoreños son resistentes, fuertes y no se rinden. También sabemos que El Salvador es un país que lleva el nombre de “El Salvador”y nuestro Salvador no olvidará a los que sufren. Él está cerca de ellos, se preocupa y nos llama a cuidarles también.

Agradecemos a todos los que han continuado colaborando con nosotros financieramente, a aquellos que han donado a nuestra Ayuda de Emergencia ante COVID-19, y a todos los que nos apoyan orando. No podríamos estar aquí sin ustedes y tampoco podríamos avanzar. Gracias por ser parte de esto, gracias por ayudarnos a amar y a cuidar a los necesitados que quieren rendirse. ¿Te unirías a nosotros para orar esta noche por aquellos que ondean banderas blancas?

 

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